sábado, 29 de julio de 2023

Breve alegato a la pasta al dente

 

Esta semana teníamos que irnos a Azagra. Íbamos a pasar la semana entera allí, porque Ane había cogido vacaciones y yo había conseguido librar esa semana. Nos íbamos a ir el domingo por la noche, y yo había calculado lo que teníamos en la nevera hasta entonces, pero por cosas de la vida tuvimos que quedarnos hasta el lunes, con lo cual mi cálculo pasó a se insuficiente. Me metí varias veces en Instagram, en mis recetas guardadas, en busca de inspiración o de una buena idea. Pero nada. Y cuando pensé que tendría que apañarme con lo primero que se me ocurriera, vi una receta de una nueva cuenta que sigo (@paulasapron). Unos macarrones allá vodka, pero algo diferentes. Aparentemente esta receta de pasta allá vodka se hizo viral durante la cuarentena porque Bella Hadid subió a stories que la estaba cocinando, y de ahí: todo el mundo. Pero este tiene algo especial. Se tuestan unas salchichas partidas en cachitos con las manos, a las que previamente se les ha retirado la tripa que las cubre. Se dejan quietas y con poco aceite (esto es importante, no queréis acabar con toda la cocina salpicada) unos minutos; luego, se les da la vuelta. Así se creará una costra crujiente que dará un sabor especial a la carne. Se retira y en la misma sartén se cocina una cebolla y un par de ajitos, hasta que estén dorados. Mientras tanto, se cuece la pasta, que quede al dente. Antes solía comer la pasta muy hecha (mi padre siempre la dejaba muy hecha) y estaba acostumbrada a ello. Pero luego alguna vez que hice yo pasta, cuando ya me había mudado y mis comensales ahora eran un poquito diferentes, me di cuenta de que una pasta si no está al dente no vale absolutamente nada. De verdad: si no está al dente es una mierda. Una vez la cebolla y el ajito estén dorados, se añade cayena al gusto, que dará un picante especial pero suave (si no se añade de más, claro), sin entorpecer el resto de los sabores, y luego se añade el tomate concentrado. Lo compré para el beuf a la bourginon de Julia Child y no he vuelto a usarlo, así que cuando vi esta receta pensé: perfecto, así le doy uso. Cuando haya cambiado de color, se incorpora un chorrito de vodka y una vez aquí, incorporamos también la nata y seguidamente una cucharada de pesto. Aunque estuve a punto de comprarlo hecho, decidí hacerlo yo: así no sobraría tanto y me ahorraba ese dinero. En el súper no había albahaca fresca, así que tuve que tirar de la de bote. Y para compensarlo, decidí picarlo todo (porque tampoco tenía piñones y en su lugar puse almendras) en un mortero en lugar de en la picadora. Esto fue una experiencia. Picar en un mortero es mucho más trabajoso (y ensuciado) que en una picadora. Pero quedé muy satisfecha con el resultado, había algunos trozos más grandes que otros de almendras, todo se había quedado en una masa homogénea llena de sabores y de un color verde dorado que daba ganas de comérselo solo con mirarlo. Luego, dejé reducir la salsa, que fue tiñéndose del rojo del tomate hasta llegar a un color cobrizo espeso salpicado de trocitos de cebolla y ajo. El olor era espectacular y cuando lo probé, una preciosa sorpresa: sabía a Italia. Nunca había tenido esa sensación tan clara con ninguna receta italiana que había hecho hasta ahora. Reservé un poco de agua de cocción y, embriagada por ese olor, la añadí junto con la pasta y las salchichas. Removí bien y dejé que se cocinara un poco pensando que igual me había pasado de agua y que me iba a quedar la salsa un poco líquida. Pero confié en mi instinto (recordando la María Nicolau que tengo en mi cabeza desde que leí su libro) y, en lugar de dejarlo reducir más, lo apagué y lo dejé quieto en el fuego mientras terminaba de recoger la cocina. Rallé un poco más de queso, saqué la cubertería negra nueva y serví la pasta con el queso por encima. Cuando llegó Ane, justo después de terminar su último turno y entrando en ese instante en sus vacaciones, puso una cara de felicidad al ver la pasta que no podría hacer caber en estas líneas por más que me esforzara y leyera. Le dije: creo que te va a encantar. Porque le encanta la pasta en todas sus formas, de la forma más simple y de la forma más elaborada posible. La probamos a la vez y esto, con permiso, no me sorprendió. Estaba espectacular. Ane me dijo: cuando escribas sobre esto ya sé cómo puedes llamar a esta pasta. ¿Cómo?, le pregunté. Macarrones borrachos. Y con una sonrisa y la boca haciéndole agua, se llevó el tenedor a la boca. Ahora escribo esto, con el estómago vacío y la boca haciéndome agua de recuerdos. Está claro: voy a tener que empezar a tener pesto congelado…


Dos vicios: macarrones borrachos y cubertería nueva


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